Juana Cruz de la Casa nace en Madrid el 12 de febrero de 1914. De joven vivía en la Avenida de Felipe II, muy cerca de la plaza de toros de la Carretera de Aragón donde mantiene amistad con la hija del carpintero y del conserje de la misma. Este motivo le facilita el acceso al coso, asistiendo a cuantos espectáculos tenían lugar y aficionándose, de forma que pronto empieza ha participar en tentaderos donde dejaba patente sus cualidades para ser torera.
Fue Rafael García Antón quien se fija en ella, primero para conducir su carrera profesional como apoderado, y posteriormente en el ámbito personal para ser su esposo. El 24 de julio del 32 actuaba en un festejo en León donde se anunciaba como una “exhibición de toreo femenino”. Una gran faena levantó la petición de los presentes para que estoqueara al novillo, lo que no estaba previsto y llevaba a cabo por primera vez, tras ser autorizada por la presidencia. Esto sucedía cuando un año antes, con el Gobierno de la II República, había entrado en vigor el primer reglamento nacional de fecha 12 de julio de 1930 donde se prohibía torear a la mujer, veto que ya existía desde 1908.
No pudo volver a vestirse de luces hasta la temporada siguiente con un permiso especial del Ministerio de la Gobernación tras ardua lucha jurídica mantenida por sus representantes para que la prohibición se aboliera. El 16 de febrero, Domingo de Carnaval, debuta en Cabra, Córdoba, cortando 4 orejas y dos rabos una tarde donde el sobresaliente era un tal Manolete. Repite el 5 de abril con el cordobés en la terna de actuantes y su primo José Rodríguez “Bebe Chico”. Aquel año termina con 33 festejos toreados, el siguiente actúa 53 tardes manteniendo los triunfos y en el 35 debuta con caballos en Granada el 5 de mayo. Su primera actuación en la Ventas suponía la primera vez que lo hacía una torera, el 2 de abril del 36 dando una vuelta al ruedo. Marcial Lalanda que presenciaba el festejo dijo: “Juanita Cruz ha sido el único torero en la plaza”. Con el golpe de Estado franquista y el inicio de la Guerra Civil contaba 18 actuaciones, muchas de ellas junto a primeras figuras de la novillería española y americana como el mencionado Manolete, Armillita, Calesero o Arruza, entre otros.
Durante la contienda fueron los colores republicanos por los que se decantó su corazón, participando en algún que otro festival benéfico organizado por éste bando para recaudar fondos. La escasez de espectáculos en esos momentos le llevaría a cruzar el charco y allí hacer campaña durante aquellos años principalmente en Venezuela y México. En éste último país debuta el 18 de septiembre del 38 en la capital y toma la alternativa el 17 de marzo del 40 en la ciudad de Fresnillo de manos de Heriberto García cortando dos orejas. Con el nuevo gobierno franquista regresa a España a finales de aquel mismo año con la esperanza de que definitivamente fuera retirada aquella absurda prohibición. Ante su sorpresa, por el contrario, fue ratificado. Dicen que el nuevo gobierno tuvo en mente su condición de “roja” cuando revalidó el veto, a lo que ella respondió con estas palabras: “Vaya, ya me lo han ganado estos maricas de toreros españoles. Ha tenido que haber una guerra civil para que me vencieran”.
Definitivamente se vio obligada a continuar su carrera fuera de su casa donde nunca le faltarían contratos. El último festejo en tierras americanas tendría lugar la temporada del 46 en la plaza de La Paz, Bolivia. La temporada siguiente, ya en Europa, actuaría algunas tardes en Francia antes de cortarse definitivamente la coleta y afincarse en España hasta su muerte, el 18 de mayo de 1981 por una enfermedad de corazón que venía arrastrando desde hacía tiempo.
Fue Juanita Cruz el máximo exponente del toreo femenino en toda la historia de la tauromaquia. Pudo participar en casi 700 festejos, más de 400 fuera de su tierra dando siempre la cara. Valiente como el que más frente a cualquier ganado y manteniendo el nivel ante las figuras de momento junto a los cuales jamás rehusó actuar, lo que no sucedió en su caso siendo vetada en más de una ocasión.
Con todo el dolor de su corazón nunca llegó a lucir antes sus paisanos aquellos preciosos trajes de luces que se hacía confeccionar con falda en lugar de taleguilla. Quien fuera su marido y único apoderado a lo largo de su carrera, Rafael García Antón, escribió el libro biográfico Juanita Cruz, su odisea, de gran éxito. El dolor que a Juanita le provocó aquella absurda prohibición, que le impidiera volver a mostrar su arte frente a sus paisanos desde que diera comienzo la Guerra Civil, le llevó a escribir el epitafio que reza en su mausoleo “A pesar del daño que me hicieron en mi patria los responsables de la mediocridad del toreo de 1940-50 ¡Brindo por España!”.