El término “no hay quinto malo” se acuñó en la época en la que el matador de toros cordobés Rafael Guerra “Guerrita” dominaba el mundo taurino, exigiendo ciertas condiciones para su contratación. Por aquel entonces, muchas eran las críticas que recaían en este torero debido a sus imposiciones. Entre las muchas recriminaciones algunas que efectivamente eran ciertas, entre ellas: lidiar con frecuencia toros escasos tanto de edad como de kilos, situarse siempre en los carteles con un compañero abriendo plaza y otro cerrando y, lo que nos trae al caso, lidiar los toros que mejor nota tenían en el campo, dejando para segundo turno el de mayor puntuación entre ambos.
Y de ahí que naciera la expresión, al ser siempre ese quinto toro de la tarde, posición de Rafael Guerra “Guerrita” donde generalmente actuaba el Guerra, de tan buena condición que siempre le llevaba al triunfo además de dejar, por ser el último de su turno, mejor y más fresco recuerdo en la memoria de los aficionados. Todo esto cuando aún no existía el sorteo previo al festejo y ser el ganadero quien, a su antojo o en connivencia con el matador como es el caso, decidiera el orden de lidia de sus toros.
Desde su toma de alternativa, en 1887, Guerrita dominó tanto el escalafón como todo lo que alrededor del mundo del toro se cociera. Fue D. Luis Mazzantini quien partir de 1891, ante la muestra de poder taurino del cordobés, empezó a reflejar en sus contratos una cláusula donde exigía el sorteo del ganado previo al festejo. Esta iniciativa pronto fue copiada por otros matadores. De ahí, se pasó a hacer por costumbre, hasta que desde 1930 se refrenda en el primer Reglamento Taurino que se emite a nivel nacional.
Aunque no con el mismo sentido, la frase sigue estando presente en los tendidos de las plazas de toros cuando a su ruedo sale, o va a salir, el quinto ejemplar de la tarde. De tal expresión, el espectador sobre todo se acuerda cuando el espectáculo no resulta todo lo lucido y brillante que debiera, deseando con su pronunciamiento el rememorar y reverdecer viejos tiempos cuando el quinto toro de la tarde nunca era malo.