A lo largo de los siglos, en el que los festejos de alanceamiento y posteriormente el rejoneo tenían lugar en nuestro territorio y Portugal, los caballeros practicantes lucían prendas y casacas propias del puesto social al que pertenecían cercanos a la nobleza o perteneciente a ella. De igual forma, sus auxiliares lo hacían conforme a las vestimentas utilizadas por los pajes. Los primeros toreros de a pie profesionales vestían ropas de calle y lucían una banda cruzada que les distinguían de algún arrojado espectador.
A principios del XVIII el matador de toros Francisco Romero lidiaba y daba muerte vistiendo calzón corto, coleto o chaleco de ante, cinturón ancho para proteger el vientre y mangas largas de terciopelo. Cuando los picadores o varilargueros, a principios del XVIII, relevan al caballero en el protagonismo de la fiesta, los maestrantes sevillanos los visten de forma que sobre sus hombros lucen galón de plata. A partir de 1730 a los toreros y auxiliares de a pie también los uniforman de manera singular, como dos años después quedaría reflejado en la edición de las Reglas de la Real Maestranza:”los que han de estoquear en la plaza se vestirán uniformes encarnados y blanco”. En 1793 Joaquín Rodríguez “Costillares” y su cuadrilla, para reclamar la primacía de toreo de a pie, visten trajes de seda diseñados por el propio matador repujados en plata. Por consiguiente pide a los maestrantes poder lucirlos en sus actuaciones en el coso sevillano. La aprobación supuso un reconocimiento que otorgaba a ambos gremios, toreros y varilargueros, la misma categoría. Esta igualdad en la vestimenta a finales del XVIII es motivo por el cual actualmente al picador, aún siendo un auxiliar del torero, se le permite vestir con bordados en oro.
Sobre el 1830 Francisco Montes “Paquiro”, inspirado en los repujados trajes de las tropas francesas que invadieron España, diseña prácticamente el actual traje de torear. Una prenda en tela de seda que poco ha evolucionado a lo largo del tiempo, si exceptuamos una mayor ligereza y comodidad para los toreros. El traje de luces, así conocido por el resplandor de sus lentejuelas frente a la luz solar o artificial, de tonos y colores variopintos se compone de:
– Montera: Prenda diseñada por Paquiro que debe su nombre al propio apellido del diestro chiclanero. Hasta entonces los toreros lucieron en sus cabezas tricornios y posteriormente bicornios. Sus extremos, conocidos como machos, han evolucionado desde su primitiva posición hacía arriba, a la rectitud a principios del siglo XX, hasta quedar hacia abajo a partir de los años treinta. Está confeccionada con un tejido rizado muy similar al cabello y abundante en terciopelo.
– Chaquetilla: Chaqueta corta hasta la cintura bordada principalmente en hilo de oro, plata o negro, conocido como azabache. Auténtica obra de arte adornada con alamares de lentejuelas en oro o en plata. De sus hombreras cuelgan unas borlas que se les conocen como machos. Es muy rígida y se encuentra abierta por sus axilas para favorecer el movimiento del torero.
– Taleguilla: Calzón muy ajustado que llega hasta el medio pecho en la parte superior y poco más de las rodillas en la inferior. Se sujeta por unos tirantes, aunque lleva un fajín a modo de adorno en la cintura, y por un cordón de donde cuelgan unas borlas o machos en la inferior.
– Medias: Normalmente son de color rosa aunque debajo llevan otras de color blanco.
– Coleta, Castañeta o Añadido: En el siglo XVII nace la moda de lucir los toreros coleta natural que les distinguían del resto de los mortales. Durante la lidia, dicho apéndice quedaba tapado por una redecilla. La costumbre se mantuvo hasta Juan Belmonte, quien un día frente al espejo sintiéndose ridículo decidiera cortársela. Actualmente la mayoría de toreros, matadores o subalternos, lucen una moña, coleta o castañeta artificial que sujetan a la nuca. Antes de su colocación, el diestro se pone la montera para marcar el sitio exacto donde deberá quedar prendida. El acto de cortarse la coleta, cuando era natural u hoy día artificial, sigue suponiendo la retirada de lo ruedos de los toreros de oro o plata.
– Corbatín: Cinta muy fina que se anuda como corbata.
– Fajín: Cinta fina que se anula a la cintura a modo de faja. Al conjunto de estas dos piezas, corbatín y fajín, que son siempre del miso color se le conoce como Cabos.
– Camisa: Normalmente blanca y adornada en la parte delantera con chorreras.
– Capote de Paseo: En sus inicios fue más grande y se llevaba suelto sobre los hombros. Hoy día es algo más pequeño y suele estar adornado con distintos motivos que pueden incluir figuras religiosas.
– Machos: Borlas a cada extremo de un cordón que ajusta la parte inferior de la taleguilla a la pantorrilla y que también cuelgan de las hombreras.
– Zapatillas: Son de color negro, no llevan tacón y tienen una suela especial para evitar resbalones. Encima llevan un lazo de adorno como eran las de antaño pero sin la hebilla.
El traje de torear es una prenda llena de magia que tiene su propio rito y orden a la hora de vestirse el matador: primero las medias de algodón, luego la taleguilla y sujetar los machos, antes de terminar de abotonarla se coloca la camisa, la zapatillas, la faja y el corbatín, el añadido y por último el chaleco y la chaquetilla. Tiene sin duda alguna una importancia vital dentro del festejo no sólo por su valor material sino también artístico, capaz a veces de revelar la personalidad del torero. Por su singular belleza y espectacularidad es un elemento más que sumado al conjunto de la fiesta la convierte en un rito incomparable a cualquier otro espectáculo.