Repasamos la relación, que desde siempre, los distintos gobiernos de nuestro país han mantenido con la fiesta, intentando en algunos casos acabar con ella, lo que nunca se consiguió. Ni ahora tampoco.
Gerión, rey de Tartessos, fue pastor y ganadero de una gran manada de bueyes o toros que pastaban a lo largo del valle del Guadalquivir hasta que les fueron robados por Hércules en uno de los Doce Trabajos que le impuso el Oráculo de Delfos.
A lo largo de la historia de nuestra tierra, el toro y el toreo han mantenido el total apoyo de las distintas culturas que la habitaron, griegos, fenicios, celtas, cartagineses, romanos, visigodos, moros y cristianos, y por supuesto de sus respectivos regidores, como medio para contentar al pueblo y de esta forma ganarse su complacencia.
En el siglo IX los nobles ya se adiestraban alanceando toros. El Cid Campeador, en el XI, fue uno de los participantes en la corrida real que se celebró con motivo de la boda de Sancho II “el Fuerte”, Rey de Castilla y León. También se corrieron toros en la boda de su hijo Alfonso VII con Dª. Berenguela, en 1124, y en la boda de la hija de Alfonso VIII, Dª. Urraca con el rey D. García de Navarra en León. El Código de las Siete Partidas fueron unas leyes emitidas por Alfonso X “el Sabio” para su reino de Castilla y León y territorios conquistados en el siglo XIII donde se prohibía la existencia del matatoros de a pie para prodigar el toreo a caballo por parte de la nobleza. A finales del XIV y principios del XV, Enrique III “el Doliente”, rey de Castilla, permitió nuevamente la presencia del torero de a pie.
Juan II de Castilla (1418-1454) transformó la caza del toro, que llevaba a cabo la nobleza, en un espectáculo donde ésta se luce ante el pueblo a la vez que se adiestra. Junto a ellos, aparece un ayudante o guardia de a pie que con un trapo llama la atención del toro en caso del caballero estar en peligro. Su hijo heredero al trono, Enrique IV fue defensor de la fiesta, celebrando festejos en Medina del Campo por sus esponsales con Dª. María de Aragón. Su hermana, la reina Isabel I, quien posteriormente ostentó la corona, tuvo que ser convencida por la nobleza para su aprobación definitiva. De esta forma pudieron continuar los espectáculos aunque las astas de los toros fueron cubiertas con cueros para reducir daños. Por aquel tiempo de nuevo aparece la figura del matatoros, además del alanceamiento y la lucha de toros y alanos. La historia de España continuaba con espectáculos taurinos reales que tenían lugar por motivos varios: natalicios de reyes o príncipes, bodas, visitas reales, etc.
Por esa época, el alanceamiento tenía lugar en cualquier parte del cuerpo del toro. Es el mismísimo Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano, con frecuencia alanceador de toros, quien perfecciona la suerte de forma que lo hace en lo alto del morrillo, adoptándose en modo y forma por el resto de jinetes. Felipe II, en 1527, alanceó un toro en la Plaza Mayor de Valladolid por el nacimiento de su primogénito Carlos I de España. Fue Felipe II el gran impulsor de las Reales Maestranzas, y bajo cuyo reinado, por imposición de la Santa Sede, la fiesta sufrió dos periodos transitorios de prohibición. La primera en 1567 por Pío V, siendo levantada tras su muerte, en 1572, por su sucesor Gregorio XIII a petición del propio Rey. La segunda por Sixto V, en 1585, la que sin apenas seguimiento fue levantada, tras varios Papas, por Clemente VIII en el 96.
Sebastián I de Portugal fue un hábil rejoneador de esta misma época. Felipe III mandó construir la Plaza Mayor de Madrid, para en ella dar corridas de toros. Los siguientes monarcas continuaron asistiendo a festejos, algunos incluso no reales, como Felipe IV, quien llegó a participar en alguno de ellos y Carlos II en cuya boda con Dª. María de Orleans intervino el Duque de Medina Sidonia.
FELIPE V, PRIMERO DE LA CASA DE BORBÓN
Sin descendencia en la Casa de Hansburgo, en 1700 aparece Felipe V, primero de la Casa Borbón procedente de la refinada corte de Versalles donde la fiesta no era muy del gusto de la nobleza. Es a partir de ese momento que los caballeros empiezan a ceder el testigo en el protagonismo del festejo, al torero de a pie, y la nobleza a alejarse del espectáculo. Con su hijo Carlos III la corona volvió a estar presente en la fiesta, quizás más por interés que por afición. Así tuvieron lugar festejos en el día de su coronación y en la boda de su hijo y sucesor Carlos IV.
Fomentó la construcción de cosos como la Maestranza de Ronda en 1785 y la Plaza de Aranjuez en 1797, que posteriormente ordenaba destruir por desavenencias con la empresa. En 1761 por orden suya se reanudaron las obras en la Maestranza de Sevilla, paralizándose en 1786 cuando prohibía las corridas de toros excepto aquellas que fueran benéficas.
En cambio su hijo y heredero al trono, Carlos IV, sí fue aficionado, poniendo en marcha las obras en la Maestranza sevillana y construyendo un nuevo coso en Aranjuez en 1797, donde por aquel entonces la familia real y la corte pasaban largas temporadas. En los últimos años de su reinado, de 1805 a 1807 y por orden de su Primer Ministro Godoy, durante parte de la invasión francesa los festejos taurinos fueron prohibidos debido a la falta de estabilidad política. Le siguió Fernando VII, quien con frecuencia se dejaba ver en los palcos. Un rey del que, dependiendo quien cuente la historia de la tauromaquia, se dice fue un buen o mal aficionado. Lo que nadie le quita es ser el fundador en 1830 de la primera Escuela Taurina, con sede en Sevilla. Aquel mismo año, tras fallecer el fundador de la Casta Vazqueña D. Vicente José Vázquez, compra su ganadería y nace la Real Vacada. En 1833 muere el rey y se nombra a su esposa María Cristina Reina Regente quien ordenaba cerrar la Escuela y vender, dos años después, la ganadería a los Duques de Osuna y Veragua.
Con los pioneros del toreo de a pie en escena, Pedro Romero, Paquiro, Chiclanero, Cuchares y Gordito, la maquinaría estaba en marcha y el camino claramente despejado sin nada que entorpeciera el total desarrollo de la tauromaquia. Posteriormente vendrían Lagartijo, Frascuelo, Mazzantini, Guerrita, Bombita, Vicente Pastor, Rafael “el Gallo”, Joselito, Belmonte; todos apoyados por los distintos gobiernos y gobernantes, Isabel II, la República y Alfonso XII con quien de nuevo resurgieron los Festejos Reales en el Real Sitio de Aranjuez.
Sin embargo, la época de máxima comunión entre nuestra fiesta y la realeza fue a partir de Alfonso XIII y Victoria Eugenia. Ambos sintieron tanto como toda España la muerte del Gallo en 1920 con quien les unía gran amistad. La propia reina visitaba el mausoleo mientras su autor, el escultor valenciano Mariano Benlliure, lo esculpía en su taller. En 1930 era el rey quien se desplazaba hasta el camposanto para así rendir su propio homenaje.
Pero sin duda, la mejor aficionada de todas las Casas Reales que han gobernado en la historia de España ha sido S.A.R. Dª. María de las Mercedes de Borbón y Orleans, Condesa de Barcelona y madre del Rey Juan Carlos I. Gran seguidora de Curro Romero, era frecuente verla ocupar el palco regio en las plazas de las Ventas o en la Maestranza de Sevilla en cualquier época del año, no sólo en plena Feria de San Isidro o de Abril.
Su gran afición fue heredada por su hijo, el Rey Juan Carlos, quien todos los años preside desde el palco real de las Ventas el festejo de la Beneficencia acompañado por alguno de sus hijos. Con frecuencia podemos verle durante San Isidro ocupando una barrera acompañado por maestros como Curro Romero, S.M. el Viti, Curro Vázquez y junto a ganaderos como Victorino Martín o Samuel Flores con quien también mantiene gran amistad. Un rey que ha tenido detalles toreros como estrenar el palco regio de la Plaza Real de El Puerto de Santa María, que desde 1880 nunca había sido visitado por un miembro de Casa Real; o presenciar un festejo en la plaza de toros de Acho, en Lima, Perú, a modo de disculpa por la negativa en su momento de Carlos III de autorizar su inauguración. Nuestro exRey, como su augusta madre, trasmitió a sus hijos, las Infantas Elena y Cristina y al Príncipe Felipe (ya nuevo monarca impuesto), el cariño por nuestras tradiciones como también lo intentara en la década de los 70 con la Reina Sofía.
Toda la Familia Real ha estado presente en festejos de a pie o de rejones y ha inaugurado eventos taurinos como Congresos, Ferias y Exposiciones, dejando de esta forma constancia de su total apoyo a nuestra fiesta. Olé por todos ellos.