CRÍTICA. Detrás de un Mozart, siempre encontramos un Salieri. Muchos… mal que les pese a quienes disfrutan y entienden la cultura como el conjunto reducido de las obras y actuaciones de los grandes genios. Pero lo esperable y normal es disfrutar del trabajo de operarios culturales alejados de la fama y en forma de obras que se disfrutan y pueden, no obstante, llenar de orgullo a sus promotores. Me refiero ahora y en concreto al Teatro Villamarta, empeñado en mantener una actividad operística contra viento y marea. Y con un resultado apreciable y positivo, manejando en la justa medida todos los recursos para optimizar el resultado.
En su primera producción de este año, el Villamarta nos trajo un Orfeo y Euridice de Gluck, con grandes aciertos en su ejecución y algún que otro pero, puestos a encontrarlos.
La propuesta escénica de esta producción operística revisa el mito de Orfeo situando la narración en dos planos temporales: el que discurre en el momento de la acción y el del pasado. Idas y vueltas temporales sin solución de continuidad, para cuya escenificación precisan de pocos elementos. La truculenta y efectista escena de inicio, el velatorio en cuerpo presente de Euridice, marca el tono y rasgo de la constante maleabilidad de los espacios temporales y la dilución de sus fronteras. En el plano actual, se muestra a un desolado Orfeo que ha vivido y disfrutado el amor de Euridice, pero al que la muerte de su amada ha conducido a un estado de desesperación. El Amor, activado como un doble personaje, acude a salvarlo y el retroceso a las experiencias vividas en el pasado facilitan la aceptación de Orfeo de la muerte de Euridice y su consolación final.
La propuesta del Teatro Villamarta retoma la versión francesa que preparó Gluck sobre la misma obra siguiendo su propuesta reformista de la ópera, Esta propugnaba una lírica clara y sencilla, alejándose del modelo italiano de anteriores creaciones, más virtuosista y melismática en las voces. Gluck pasó a la historia de la musicología por su inteligente ejemplificación de su reforma en esta obra singular, incluida en el canon operístico de todos los tiempos. A partir de esa reforma, el coro se convierte en un personaje más de la narración, que prescinde también de los recitativos. El Orfeo de la producción jerezana optó por un coro amplio, que arropó y alivió en parte la simplicidad del atrezo.
A pesar de las imprecisiones iniciales, el coro cumplió con su cometido escénico-vocal. Otra de las consecuencias de la reforma es la sustitución de la voz del castrato por una voz tenor. La ópera de Gluck es exigente para el papel de Orfeo, que lleva el peso vocal en toda la ópera, y José Sola salvó como pudo el compromiso. Especialmente en los compases iniciales, sus intervenciones no fueron redondas pero su producción vocal fue mejorando, si bien su vertiente actoral no tuvo reproche alguno. En intervenciones más esporádicas que la del tenor, la soprano Leonor Bonilla dejó huella con una interpretación equilibrada y gustosa, mientras que la armónica y cálida voz de Nicola Beller Carbone no pudo redondear su papel por la insuficiente dinámica y desangelado interés en su producción sonora.
Los gustos de la ópera francesa imponían números bailables en las obras de la época y a eso no fue ajeno el propio Gluck que los incluye también en su Orfeo y Euridice. Sin embargo, en la producción del Villamarta los números bailables se camuflan con el carácter dramático de la adaptación. Esta versión es una interpretación del drama operístico como teatro, o se propugna una inversión de roles, de forma que a veces la narración musical queda sometida a la representación teatral. Un elemento esencial en el cambio de carácter es la presencia de actores y uno de ellos, interpretado por Martín Puñal, sirve de hilo de conexión dramática de la narración, moviendo sus intervenciones entre primeros y segundos planos.
En esta propuesta del drama operístico como teatro, destaca La danza de las furias, en la que se aúnan todos los elementos que un director de escena puede soñar para representar el Infierno -impresionante la ejecución y el buen sabor que deja en el espectador es evidente- pero en la que sobra la palabra “danza”. DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA DEL ESPECTÁCULO:
‘Orfeo y Euridice’ de Ch. W. Gluck.
Producción del Teatro Villamarta.
Intérpretes: José Luis Sola, tenor; Nicola Beller Carbone, soprano, Leonor Bonilla, soprano. Orquesta Filarmónica de Málaga y Coro del Teatro Villamarta. Dirección de escena y dramaturgia: Rafael R. Villalobos. Dirección musical: Carlos Aragón.
Lugar y día: Teatro Villamarta de Jerez, 18 de enero. Asistencia: casi lleno.