CRÍTICA. En la parte superior del roll-up, sobre la imagen sonriente de Javier Perianes, rezaba el lema: ‘El más internacional de los pianistas de su generación’. Aunque sea una estrategia de márquetin, me pareció fuera de tono el lema y no solo porque las comparaciones son odiosas.
En último término, el lema nos llevaría a elucubrar sobre el concepto de generación, elaborar la lista de pianistas españoles y su actividad como intérpretes y confeccionar ítems de valoración de internacionalidad. Y todo, ¿para qué? A fin de cuenta, las perspectivas de comparación podrían llegar hasta el infinito, ¿hasta qué punto son más internacionales todos ellos que los pianistas extranjeros?, por ejemplo.
Pero el sabor agridulce que me dejó el lema viene motivado porque Perianes no necesita ese tipo de estrategia de mercado; basta conocerlo. Claro que a la vista de una sala incompleta (más sabor agridulce: para mi sorpresa, la sala evidenció demasiadas butacas vacías en este evento de primera magnitud) debería dar la razón al diseño comercial, aunque este fuese incapaz también de superar el efecto Covid en el Teatro Villamarta. En ese sentido, hay que agradecer a los gestores del auditorio jerezano el esfuerzo por mantener su actividad cultural pese a los contratiempos y restricciones debido a la pandemia.
En la primera parte del concierto -en la práctica no hubo descanso- el programa se presentó como un tour de force en espejo de dos sonatas: la Sonata nº 12 de Beethoven y la Sonata nº 2 de Chopin. Con un calco de estructura formal entre ellas, ambas evidenciaron las singularidades de cada compositor. En la percepción del público, el músico polaco le gana la partida a Beethoven en la célebre “Marcha Fúnebre” del tercer movimiento. Perianes hace una genial interpretación de este movimiento, en el justo punto de dramatismo e intensidad, sin recargar tintas, con un sonido correoso y hosco en graves -resonancia contenida-, huyendo de la habitual ampulosidad en intensidad y tempo en otras interpretaciones.
El rito del té en Mauritania se divide en tres partes “dulce como la vida, suave como el amor, amargo como la muerte”. La mágica expresión sirve también como analogía para la percepción de los tres primeros movimientos en ambas sonatas. Resta el cuarto, el de resumen, colofón y conclusión. Como el finale de la sonata chopiniana, que Perianes interpretó como un acordeón exhalando hasta el alma, impregnado todo de un nuevo sabor que subyuga a quien asista a los conciertos del pianista de Nerva.
En el concierto se apreció un nuevo sabor en la forma de interpretar las sonatas y tocar el piano, el “sabor Perianes”, que mostró su plenitud y toda la profundidad de su aroma en la Sonata nº 31 de Beethoven. Es una forma de interpretar en la que habitan dos conciertos diferentes y únicos, el sonoro y el que desarrolla el alma del artista a través de sus gestos y expresiones, que desprenden tanta música como las teclas de su piano.
Unas propinas de Granados y Chopin fue un nuevo regalo para el público, aún entusiasmado con el magnífico programa del pianista onubense. DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA DEL ESPECTÁCULO:
Adioses y retornos. Javier Perianes, piano. Programa: Sonata nº 12 de L.V. Beethoven (Andante com variazioni / Scherzo / Marcia fúnebre / Allegro). Sonata nº 2 Op. 35 de F. Chopin (Grave – doppio movimento / Scherzo / Marcia funebre / Finale presto). Sonata nº 31 Op. 110 de L.V.Beethoven (Moderato cantabile molto espressivo / Allegro molto / Adagio ma non troppo – Allegro ma non troppo).
Lugar y día: Teatro Villamarta de Jerez, 24 de octubre de 2020.