CRÍTICA. ¿Quién abre? ¿Quién cierra? ¿Quién pregunta? Son tres aldabonazos con los que arranca Sombra efímera II, una metáfora escultórica del presente que nos lanza infinidad de preguntas. Todas las puertas se construyen para cerrarse y abrirse, concluyen en la presentación. Y nos preguntamos al final del espectáculo. ¿Qué puertas abre -o cierra- Eduardo Guerrero en su nueva forma de entender el baile?
El artista parece invitarnos en su última andadura a que nos acostumbremos a un baile flamenco de laboratorio. No es un pensamiento en tono peyorativo, todo lo contrario, sino una forma de explicar su proyecto.
El bailaor gaditano es de los pocos artistas con raíces profundas en el género que explora y experimenta continuamente como medio de búsqueda personal de nuevas formas expresivas en sus espectáculos. Encuentra resultados propios en la conjunción de técnicas de otras artes. Literalmente, se obliga a crear un discurso integrador de las distintas especialidades artísticas y el resultado es un producto de diseño que encuentra su sentido de ser en sí mismo, a veces enigmático y artificioso, pero siempre atractivo.
El proceso de trabajo tiende trampas al artista y al público. De entrada, ambos pierden la comodidad de las referencias del arte flamenco, el sentido tradicional de entenderlo. Hay más trampas: para Guerrero, porque la originalidad también tiene su coste artístico a modo de renuncias y trágalas; y para el público, porque precisa conocer las nuevas claves con la que opera el artista para no quedarse en lo superficial de su obra. O para no desconectarse del espectáculo si va a disfrutar solo del baile (flamenco) de Eduardo Guerrero. Quizá por eso se vivieron con frialdad los primeros momentos de Sombra efímera II, inmersos en un cuadro de inspiración orientalista y de iniciación narrativa llena de simbolismos. Quizás por eso, los momentos de plenitud y entusiasmo en la recepción del espectáculo se vivieran en los cuadros finales, agostado ya el valor simbólico de la puesta en escena y en pleno vigor el baile porque-sí como si se desarrollase en un patio de vecinos o corrala.
Sombra efímera II construye con episodios dispares y mezclados un relato sobre el necesario impulso adanista para la regeneración y recuperación de la tierra, y sobre la igualdad de las personas y la libre elección en el amor. Un montón de tierra sobre un suelo de papel impoluto y respaldado por un paisaje de ropa usada constriñe los movimientos y marca el espacio metafórico de la narrativa, que se apoya también en la poesía sufí. Los símbolos para construir el discurso son evidentes y suficientes para adaptarlo a la corrección social imperante. Aunque el punto focal del espectáculo y su esencia es, en todo momento, el baile del gaditano.
El artista imprime su sello personal en todo lo que hace -versatilidad, poderío físico, dominio del compás, espectacularidad- y exhibe en sus movimientos un repertorio inacabable de recursos, ajenos o inventados por él como el llamativo danzajuego que realiza con sus zapatos a modo de foulard. Su baile subyuga, es una gozosa evidencia, pero es este lo que sostiene un espectáculo bien intencionado, bien llevado en cante y sonanta, y bien sufrido para quienes no entienden que Eduardo Guerrero está abriendo puertas en el arte flamenco. DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA DEL CONCIERTO:
XVIII Festival de Música Española de Cádiz.
Sombra efímera II. Baile: Eduardo Guerrero. Guitarra: Javier Ibáñez. Cante: Samara Montañés y Manuel Soto. Coreografía: Eduardo Guerrero y Mateo Feijoó. Director artístico y escenografía: Mateo Feijoó.
Lugar y día: Gran Teatro Falla de Cádiz, 14 de noviembre de 2020. Asistencia: Lleno (con medidas Covid)