CRÍTICA. Asistir a representación de Y los huesos hablaron es como pasar directamente al interior de un edificio que no has visto antes de entrar, sin conocer previamente el aspecto global de su construcción. Una vez dentro, paso a paso, se descubren detalles y se visitan habitaciones diferentes, separadas y fuera de contexto unas de otras. Cuando termina la función, solo entonces, se reconstruye en la memoria la obra completa y se amalgaman las ideas tomadas en el trayecto en un todo temático, que da forma y sentido a lo construido.
Y los huesos hablaron es una obra de teatro fascinante, desconcertante y misteriosa (¿difícil?). En la primera mitad se invierte el sentido de la acción dramática: en vez de una conducción de la palabra hacia el teatro, el teatro conduce a la palabra y en la palabra se desnudan los actores y se muestra el mensaje. El minimalismo es el movimiento artístico que tiende a despojar de lo sobrante y mostrar lo esencial de una obra artística. En ese sentido, es una obra minimalista. Los personajes también desaparecen y quedan solo los actores transformados en comunicadores de la palabra. Así mismo, en fuentes minimalistas bebe esta creación teatral, que se desprende de acción narrativa y se desnuda en la palabra; en palabras esenciales -verdad, justicia, Estado, gobierno, vergüenza, desaparecidos, muertos- se desnuda la comunicación. Una vez pronunciadas, las palabras se acoplan en burbujas de diferentes colores y semánticas, burbujas que flotan y te llegan sin que notes que te van calando.
A modo de demostración de sus capacidades expresivas y escénicas, los actores montan a continuación un ritual de muerte como un paradigma del resultado de la violencia ejercida desde siempre, de generación en generación. La ordenación de los huesos, previa a la danza ritual, resulta una metáfora sobre el trabajo que realizan quienes indagan sobre el destino de desaparecidos en contiendas; en el caso de España, el trabajo que se realiza impulsado por la ley de la Memoria Histórica. Especialmente cautivadora, como espectáculo, es la exhibición musical realizada con los huesos utilizados como instrumento de percusión. La melodía que fluye del osteófono improvisado actúa de preparación para el discurso final: La obra reclama atención y generosidad para encontrar y devolver los huesos de los desaparecidos en la contienda civil de hace más de ochenta años en nuestro país, esa guerra que aún nos lacera en discordias y heridas sin cerrar.
Las explicaciones de un antropólogo -lástima que sean sin la empatía de la presencialidad y por medio de una grabación enlatada- proporcionan información minuciosa sobre el trabajo que realiza la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica: investigación documental de los desaparecidos en la guerra; búsqueda sobre el terreno, tratamiento posterior de los huesos encontrados y devolución de los restos a los familiares. Los huesos hablan. Por contraposición, resalta el silencio vergonzoso de los que saben algo sobre los desaparecidos, de cómo ocurrieron los hechos y dónde los enterraron. Una verdad que aflora cuando aparecen los primeros huesos, solo entonces se atreven a hablar y liberar sus conciencias.
Finaliza la obra con una extraña, significativa y monótona salmodia dedicada a lo cutre, con críticas de todos los colores. “Cutre”, repiten una y otra vez hasta la saciedad, incluso cuando el público se despide de ellos y abandona la sala tras dedicarles múltiples aplausos. DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA DEL ESPECTÁCULO:
XXXV Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz
Y los huesos hablaron. Sociedad Doctor Alonso. Dirección y dramaturgia: Sofía Asencio y Aurora Cano. Intérpretes Nilo Gallego, Hipólito Patón, Ramón Giró, Lluc Baños y Sofía Asencio. Colaboración especial René Pacheco (Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica). Espacio escénico: Lluc Baños. Espacio sonoro: Nilo Gallego y Ernesto Anaya.
Lugar y día: Teatro del Títere La Tía Norica de Cádiz, 29 de octubre de 2020.