CRÍTICA. A veces es un misterio cómo el mismo espectáculo puede ser diferente de un lugar a otro. No tanto con la capacidad de mutación de Pitingo y la idiosincrasia del espectador jerezano. Musicalmente, el Soul Bulerías y Más del Villamarta no varió mucho al que pudimos disfrutar no hace mucho tiempo. Pitingo es consciente que no está para salir triunfante en competencia con otras destacadas voces flamencas, aunque dejó constancia de la sangre gitana que lleva en las venas en algunos palos que fueron su carta de presentación identitaria. Un placer escucharle cantar, aunque fuera solo en pocas canciones, retornando al flamenco de sus inicios, cuando siendo casi un crío comenzó a ganarse la vida por tablaos de Madrid. Pero, mal que le pese –que no le pesa-su estilo distintivo es la interpretación personal de gospel y soul, y con el que arranca fervores incondicionales en el público.
La línea conductora de sus digresiones verbales –Pitingo habla mucho y bien en el escenario- fue la alabanza del mestizaje. Gitano y gachó por parte de madre y padre, no tiene empacho en reconocer que luce mestizaje en cuerpo y alma, pero que aprende de ambos lados, como aprende también de otros géneros musicales. De ahí que comenzara las dos horas y media de su espectáculo alternando flamenco y gospel.
Algunos artistas actuales no estarían muy de acuerdo con él cuando dice que el flamenco ya está consolidado y que no habrá más cambios porque se perdieron las condiciones en las que se cultivó. “Ya nadie pasa hambre”, aseguró con énfasis; aunque no pocas veces resaltó las “fatiguitas” que pasaron –incluyó a su primo, Fernando Soto, presente en la sala- para hacerse un hueco en el mundo del espectáculo. Quizá sea su forma de garantizar que aún vive –y siente- en el flamenco de siempre y de cuyas fuentes bebió de pequeño.
En el elogio del mestizaje habló de Jerez como la tierra de promisión de los gitanos. “No hay distinción de raza, ni clase” con el atractivo para él de que la ciudad es un polo “fundamental en la cultura flamenca”.
También hubo otra alusión a la mezcla como signo distintivo. Pitingo se presentó en el Villamarta por vez primera como artista principal y el “tirón” de su cartel llenó el aforo. Subrayé lo mismo cuando acudió a la capital, pero en Jerez señaló “yo siempre estuve ahí, sentado como público, con mi familia, como uno más”, y disfrutando del flamenco que se vive en las tablas del Villamarta. Subido en ellas, la emoción embargó las primeras palabras de Pitingo que se deshizo siempre en elogios a la ciudad de Jerez, y a todos los artistas jerezanos que ha conocido. Pitingo –“sembrao” en sus comentarios y chascarrillos- tuvo siempre al público de su parte; mucho más, con los guiños y dedicatorias expresas a Moraíto, cuyo nombre portaba en su camiseta, hasta el punto de levantar al público de sus asientos una y otra vez. El público jerezano devolvió con creces el cariño que transmitió Pitingo con sus palabras, una sintonía de afectos y aprecios mutuos que se notó en todo el concierto.
Volvimos a disfrutar de un concierto pleno de aciertos, dosificado Pitingo en sus intervenciones musicales, y siempre exultante y vigoroso en la interpretación de la música de alma negra, que ha adaptado con singularidad inusitada. Se comportó también como un afectivo conductor en las exhibiciones particulares de los miembros de su equipo musical –“somos una gran familia”- y de los artistas invitados. Además del inevitable Fernando Soto –su primo del alma y compañero durante años en el quehacer musical-, presentó al público a Diego Villegas y su disco Bajo de Guía. Diego Villegas, genial con su armónica, le acompañó en una de sus canciones, y supo a poco su intervención. DIARIO Bahía de Cádiz Francisco Mesa
FICHA DEL ESPECTÁCULO:
‘Soul, Bulerías y Más’. Pitingo.
Teatro Villamarta, 27 de mayo de 2017. Asistencia: Lleno
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