A mediados de los años 70, Chris Claremont recibía el encargo de Marvel de reemplazar a Len Wein e intentar relanzar una colección que nunca se había vendido bien y cuya fórmula parecía agotada: X-Men.
Junto a Dave Cockrum y, más tarde, John Byrne, Claremont profundizó en la reforma empezada por Wein. Y X-Men se convirtió en un rotundo éxito, en la serie de moda, con algunas de las mejores historias jamás publicadas por Marvel (como la saga de Fénix Oscura), batiendo récords de venta, e iniciando la fiebre por los Mutantes, que se prolongó hasta bien entrados los 80 y que tuvo su reflejo en la aparición de multitud de series, miniseries, crossover, novelas gráficas, y cualquier otro formato que permitiera seguir expandiendo el universo mutante dentro de Marvel.
Pero el éxito mutante, con esas grandes cifras de ventas y ese cada vez más creciente número de colecciones inundando el mercado, tendría consecuencias en otras colecciones. Y una de estas colecciones era Daredevil.
Estamos en 1979 y la colección de Daredevil languidecía. Había empezado a publicarse cada dos meses, y la cancelación parecía estar cada vez más cerca. Pero ese año llega a la colección una joven promesa, Frank Miller. Llegaba en el número 158, como dibujante a las órdenes del guionista regular de la serie, Roger McKenzie, y con el entintado de Klaus Janson.
Y Miller revolucionó no solo la serie, sino la propia industria del cómic, hasta el punto de que McKenzie empezó a adaptar sus guiones a los dibujos de Miller y llegó a acreditarlo como co-guionista.
Cuando Marvel, ante el impacto que el trabajo de Miller estaba causando, le da carta blanca para crear sus historias sin interferencias, la colección alcanza su máximo grado de madurez creativa.
Lentamente, Miller comienza a rediseñar al personaje. La personalidad de Matt Murdock va cambiando, y las aventuras de Daredevil dejan atrás el tono desenfadado, de un estilo muy similar al de Spiderman, para ir adquiriendo características de género negro. El entorno natural del personaje pasa a ser los suburbios de New York, más concretamente ‘La Cocina del Infierno’. Los dibujos de Miller, sin ser nada extraordinario, sí son muy innovadores. Los encuadres, los diseños de página, el uso de primeros planos y la narrativa tan claramente cinematográfica, llevan, tanto a la crítica como al público, a aplaudir el trabajo de Miller y decir abiertamente que estamos ante la mejor etapa del personaje jamás publicada. Daredevil había pasado de ser un personaje secundario y marginal a convertirse en uno de los principales puntales de Marvel, despertando de paso el interés de los aficionados en cómics protagonizados por personajes urbanos y oscuros, del que más tarde se beneficiarían personajes como The Punisher.
Miller abandonaría la serie en 1983, en el número 191 (el único de su etapa que no sería entintado por Klaus Janson, sino por Terry Austin), casi sin números de relleno o fill-ins de otros artistas, con la impresionante historia ‘Ruleta’, una impactante historia que ahondaba en la relación entre Daredevil y su archienemigo Bullseye, en la que este, inválido en una cama de hospital, tiene que asistir, como jugador totalmente involuntario, a un juego de ruleta rusa, obsesivo y macabro, por parte de Daredevil.
Como no podía ser de otro modo, Miller se despide por todo lo alto con otro de esos números imprescindibles, dando así por finalizada una etapa inolvidable y que ha quedado como una de las más importantes e innovadoras no sólo del personaje, sino también de todo el comic-book americano.
Pero Frank Miller aún no lo había contado todo sobre Daredevil
En 1986 Miller regresaba acompañado a los lápices por otro genio llamado David Mazzucchelli, con quien menos de un año después crearía otra obra maestra llamada Batman: Year One.
Entre febrero y agosto de 1986, en los números 227 al 233, asistimos al capítulo final de la reinterpretación del personaje que Miller iniciara en 1979. Su título: Daredevil: Born Again.
Todo comienza con Karen Page, la que fuera secretaria y, junto a Elektra, uno de los grandes amores de Matt Murdock. Pero esta es una Karen Page bien distinta a la que recordábamos. Ahora es una actriz porno y una adicta a la heroína, una yonki que en pleno “mono” venderá lo último que le queda a cambio de una dosis: el secreto sobre la identidad de Daredevil.
La información, como no podía ser de otro modo, llega a Wilson Fisk, más conocido como Kingpin, quién la usará para vengarse de todas las derrotas y humillaciones que ha sufrido a manos del Hombre Sin Miedo.
Pero Kingpin no es un villano cualquiera. Él no enviará asesinos a tenderle una emboscada en su domicilio, o a acribillarlo a la salida de su bufete. No, Kingpin no piensa ponérselo tan fácil. Porque Kingpin es Michael Corleone, es Tony Soprano. Kingpin no quiere matarlo sin más. Quiere destruirlo, quiere arrebatarle todo lo que tiene, todo lo que le importa, todo lo que ama, hacerle sufrir hasta que suplique que le mate.
Y así, lenta, fría y metódicamente, Kingpin irá destruyendo todo lo que Murdock tiene: Su casa, su bufete, su carrera, su credibilidad… Murdock acaba solo, arruinado, en la calle, y totalmente arrasado emocionalmente. Y entonces, y solo entonces, el viejo Kingpin viene a cobrarse todas sus deudas.
En una de las escenas más estremecedoras y hermosas que nos ha regalado el prodigioso talento de Mazzucchelli, vemos a un Murdock derrotado, en brazos de una monja, reinterpretando ‘La Piedad’ de Miguel Ángel en la versión de ‘La Cocina del Infierno’.
Así acaba el primer acto de esta obra. Y después… Después asistimos al renacer del héroe, a un nuevo Daredevil, rejuvenecido, mejor, más fuerte, más temerario, endiablado, y lo que sigue es trepidante, es acción, es emoción.
Porque de eso trata Daredevil: Born Again, de morir para volver a nacer.
Luego aparece Nuke, el intento fallido de crear al soldado perfecto, enviado por Kingpin para acabar con Daredevil de una vez por todas.
Y tras asistir al renacer del héroe Daredevil, renace el hombre Matt Murdock. Su reencuentro con Karen Page resume a la perfección quién es ahora: “Mi nombre es Matt Murdock. Quedé ciego gracias a la radiación. Mis sentidos restantes funcionan con una agudeza superhumana. Vivo en La Cocina del Infierno y hago lo mejor que puedo para mantenerla limpia. Eso es todo lo que necesitas saber.”
Frank Miller comprende como nadie a Daredevil, como solo el creador puede conocer su obra, y con Daredevil: Born Again nos regala su historia definitiva (aunque luego regresara en 1993 para darle un nuevo origen, con Daredevil: The Man Without Fear, (esta vez acompañado al dibujo por John Romita Jr.), con la que quizá debió terminar toda la mitología del personaje. DIARIO Bahía de Cádiz