CRÍTICA. Me gusta el teatro. Lo amo. Tanto como para dolerme tener que escribir esta reseña, pero no me sale el papel de quedabién al relatar mis impresiones sobre El juego de los embustes. Una comedia, al parecer. Lo adelanto: no me gustó. Nada. Y bien que lo siento por tener que desvelar esa apreciación. Ya digo que podría haber elegido el papel del quedabién que evita conflictos y no lleva la contraria a nadie; o, al menos, podría quedarme en terreno intermedio señalando la brillantez de algunos detalles, sin comprometerme destacando los puntos negativos de la pieza teatral. Podría desplegar el repertorio de elogios sin medidas y todos tan contentos, ¿no? A mi juicio, esa suerte de fingimiento a la larga hace daño -en términos teatrales-. No ayuda a mejorar e induce al acomodamiento impulsado por loas indiscriminadas o interesadas.
No me gustó El juego de los embustes, repito. Pero remarco el carácter particular de esta apreciación, en el que incluyo a un grupo de allegados que me acompañaron a la función (preciso, pues, que la obra no gustó -nada- a parte del público). Añado un dato clave para justificar que no andamos descaminados: durante la representación no se escuchó ninguna carcajada del público, ni siquiera de un sector del mismo. Sintomático. ¿No es la misión de una comedia hacer reír? Me temo que un sainete sin risas se quede entre Pinto y Marmolejo, como en la historia del conde Sisebuto; aunque al menos esta tiene su gracia.
Reconozco que la ambientación está muy conseguida: decoración alegre y optimista con resonancias dieciochescas; vistoso ropaje, incluso suntuoso y con el detalle de aditamentos femeninos privados propios de la época; y, sobre todo, incorporación de un dúo de música antigua, interpretando piezas en directo con instrumentos de plectro, percusión y de cuerda: viola da gamba, espineta, zampoña, pandero… Añado también una impactante escena de acción en la que un trío de actor y actrices combaten entre ellos con floretes, que muestra una lección de esgrima muy bien aprendida. Loable la entrega de los actores en la interpretación, con una declamación muy mejorable en todos los papeles femeninos, en el que destaca -en bien- el autor-director-actor y alma mater de la compañía, Jesús Lozano Dorado. Como también hay que reconocer el trabajo de repentización de esta obra de casi dos horas… en verso, que no permite el uso de “morcillas” para solventar vacíos de memoria o fallos en los diálogos.
El texto recuerda al Muñoz Seca de La venganza de don Mendo, aunque más flexible y de humor dudoso, también muestra la esforzada aplicación del autor para versificar con inevitables neologismos y su intenso trabajo para inculcarle dobles sentidos a muchos términos. Reconocidos los méritos, en lo sustancial se trata de una pieza en el que el galimatías de las suplantaciones ayuda bien poco a seguir la historia de un noble pobre que pretende ligarse a una condesa rica, pero a la que suplantan unas hermanas. Una trama, aunque enrevesada, previsible en gran medida y entreverada de elementos digresionales como las escenas de acción o de danza -algunas difíciles de digerir-. Sucede que el texto tiene mucho “morcillón”, tanto textual como en los gestos, en una suerte de comicidad del gusto de algunos, pero carente de gracia fina y de pertinentes gags cómicos. Sin pulso cómico en el desarrollo -es parte de su pecado- y con el desinterés intrínseco de la trama, se mira el reloj demasiadas veces…
Lo dicho, no me va el papel de quedabién. Si lo prefieren, olviden todo lo anterior y quédense con la magnifica impresión (a mi entender, falsa) que otros colegas muestran en periódicos cercanos y dejen que el tiempo me quite la razón (¡ojalá!). DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA DEL ESPECTÁCULO:
XXX Festival de Teatro de Comedias.
‘El juego de los embustes’. Texto y dirección: Jesús Lozano Dorado.
Reparto: Jesús Lozano Dorado, Inma Cedeño, Amparo Morquecho y Marina Haberkorn.
Lugar y día: Teatro Pedro Muñoz Seca de El Puerto de Santa María, 20 de agosto de 2021. Asistencia: Media entrada.