CRÍTICA. Labranza del colectivo Lamajara plantea en su coreografía una reflexión sobre la relación entre el hombre y la naturaleza: La carta de presentación de la obra nos informa que Labranza es reflejo de campo, de su gente y de sus quehaceres plenos de vitalidad humana. Un lugar para la contemplación de la identidad rural de cada uno de nosotros, donde se busca la esencia del movimiento.
Sin embargo, el relato acota claramente la profundidad de ese análisis. La perspectiva de observación de esa conexión es ruralista y primitivista, ligándose a la naturaleza como lugar de explotación para la supervivencia. Es un tipo de naturaleza conquistable y extraña, y enemiga perenne del hombre. De ahí que de Labranza no se desprenda la añoranza del pasado ni se propugne el retorno al adanismo primitivo, que disfruta de las mieles del paraíso, ni evoque la naturaleza en la vida rural como un mero objeto de contemplación estética. Al contrario, Labranza concentra su atención sobre una naturaleza agreste y dura, sobre la que se labora sin descanso para obtener el pingüe beneficio del sustento.
Desde esa perspectiva, Labranza es una obra dura, densa y moralizante que se estructura en tres partes, diferenciadas en el carácter y objetivo del relato. Previamente, el público se incorpora al entrar en la sala a un espectáculo ya en desarrollo, tiene la sensación también de que participa en escena, donde la acción describe un juego, de corte rural y primitivo, con palos como únicos elementos ajenos al propio cuerpo de los bailarines. El juego sigue las reglas de simpleza, nobleza y espontaneidad de los juegos colectivos sin pretensiones. La escena, de corte naíf, recuerda las estampas bucólicas registradas en otros soportes plásticos, aunque en ella destaca la importancia del palo para el desarrollo de la coreografía. El palo es en toda la obra un elemento prop, impregnado de semántica variable, que tiene en la secuencia final un valor simbólico inigualable.
La secuencia de apertura es un preludio sin tensiones y sin pretensiones. Le basta la ambientación, el cambio mental del público hacia el discurso que se desvela a continuación.
Inmediatamente, el público está sometido a la tensión sostenida y creciente, casi invisibles los protagonistas en un profundo claroscuro de estética barroca, que se vive con esta coreografía singular. Los cuerpo doblados de los bailarines, en el gesto propio del labrador manual del campo, arqueados en la ejecución de los movimientos coreográficos, refuerzan el sentimiento buscado de esfuerzo, fatiga y sometimiento permanente a la tierra. La repetición de los movimientos, los nimios cambios rítmicos -en línea con presupuestos minimalistas-, las pequeñas variaciones de idénticos gestos de cavar la tierra, no prosperan en el tedio de la monotonía sino en la acentuación de la intensidad emocional. El planteamiento escénico -monocorde en motivos, hay que resaltar-, ejecutado en grupo pero sin contacto, aprovecha el espacio para la observación de los movimientos con acentuada riqueza estética No es desdeñable el impacto visual del sudor empapando los cuerpos, que la escasa luz destaca con nitidez, para subrayar la idea de casi esclavitud y sufrimiento del hombre rural.
En la danza de la segunda parte, predomina el contacto, el trabajo en suelo, en la escenificación de la fusión de los cuerpos en un todo -la magnífica secuencia de la bailarina soportando sobre sí dos cuerpos tiene un singular carácter alusivo, a la vez que resulta un magnífico trabajo coreográfico de equilibrio de pesos-. La artificiosa mélange de cargas y de juegos de tensiones se disfruta sin reposo y sin solución de continuidad. A mi juicio, lo mejor de la coreografía. Al menos, lo que despierta más interés desde el punto de vista técnico.
La tercera parte, conclusiva, retoma la estética del preludio -luz, optimismo vital- con el juego que tiene como objetivo tocar a un danzante moviéndose a modo de reolina con dos palos extendidos. A pesar de la espectacularidad de esta parte de la coreografía no resulta especialmente reseñable, a pesar de la lógica en el relato. Finaliza con el movimiento al unísono –magistral trabajo de coordinación- de los tres bailarines unidos en línea entre ellos por palos. La carga simbólica sobre la colaboración y el apoyo mutuo acompaña a la dificultad de la ejecución. DIARIO Bahía de Cádiz Francisco Mesa
FICHA DEL ESPECTÁCULO:
Cádiz en Danza 2017
‘Labranza’ de Colectivo Lamajara.
Concepto, creación e intérpretes: Daniel Rosado, Paloma Hurtado & Reinaldo Ribeiro. Dirección: Colectivo Lamajara & Pielderena. Música original: Marcelo Lastra. Diseño de luz (versión sala) Horne Horneman. Asistencia artística: Arantza Lopez Medina. Vestuario: Ariel Zalazar. Asistente de vestuario: Magalie Denuoe & Florencia Gayoso. Maquillaje: (teaser) Aina Vela Font. Escenografía: Colectivo Lamajara & Pieldearena. Construcción: Juan Diego Ribas.
Lugar y día: Sala Central Lechera, 3 de junio de 2017. Asistencia: Media entrada.
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