CRÍTICA. “¡Amor! ¡Amor! ¡Amor!” cantagritan con pulsión en La Bohème de Puccini. No es para menos. El foco de la historia en esta ópera se centra en el amor que se profesan el poeta Rodolfo y Mimi, costurera tan pobre o más que el poeta. Es un amor a primera vista, tierno y delicado en las formas, pero que concluye de forma trágica por la enfermedad de Mimi. Como contrapunto, Puccini inserta otra historia de amor, la del pintor Marcello y Musetta, que describe con tantos toques humorísticos que mejora considerablemente la imagen de la generosa amante de Marcelo, de vida alegre y no tan pura de como la de la modesta costurera. Con estos amores y la ambientación de Escenas de la vida bohemia, novela del autor francés Henri Murger en la que se basa, Puccini creó una de las más bellas y estremecedoras páginas operísticas de la historia.
Basta ejecutar sin traspiés esta obra para que el público salga satisfecho. Mucho más si la calidad de la puesta en escena es más que aceptable, como en la producción de Ópera 2001 que pasó por el Gran Teatro Falla el pasado domingo 6 de noviembre. Opera 2001 ha recuperado este año su producción de hace cuatro años, pero con cambios significativos para esta ocasión como la asignación de los roles principales a la francesa Gabrielle Philiponet y al estadounidense Eric Fennell, dos jóvenes talentos pero con experiencia contrastada por múltiples actuaciones solistas. Defendió con solvencia Eric Fennell su papel como Rodolfo, que conoce de sobra porque fue el que le lanzó al ruedo profesional con la Ópera de Nueva York. La voz de Eric Fennell sonó firme, equilibrada -pero demasiado plana- en todos los registros, aunque su faceta actoral resultase envarada y demasiado contenida en transmitir emociones. A pesar de la vocalización imprecisa del texto, la voz de Gabrielle Philiponet viene bien al tipo de Mimi; su voz gusta y su vis dramática mezclada con la imagen dulce de Mim, hacen muy creíble su personaje de ingenua enamorada y castigada por la desgracia. Notable la actuación de ambos en sus papeles solistas. No obstante, el desequilibrio dinámico de ambos en los dúos desdibujó un tanto estos comprometidos pasajes.
Como es habitual en las producciones de Opera 2001, Alfredo Troisi es el diseñador de la escenografía. En La Bohème aporta un decorado funcional y medido, que luce agraciado en los dos actos ambientados en el estudio del pintor Marcelo –primero y cuarto-, decorado con una vista panorámica de París en tonos azulados. Me gustó especialmente la ambientación del café Momus en el segundo acto. Este acto se presta a la exhibición del escenógrafo por sus posibilidades escénicas, sobre todo con las fanfarrias, grupos de niños y conjunto de secundarios, pero Troisi apuesta por una visión más realista de lo habitual en estos casos, con el resultado de un ambientación sencilla, aunque colorista, del bullicio callejero de París. Sin embargo, el tercer acto, hermoso en lo musical, se ofreció ciertamente gris en su puesta en escena y poco acertada la ambientación para remarcar la tensión del relato.
Como nota adicional: en este acto no pasa inadvertida la reacción de Rodolfo, motivada por los celos; comportamiento incongruente con el exaltado amor que viven Mimí y él en los actos precedentes, que resulta chocante por lo imprevisto. Como se sabe, el libreto contenía un acto que justificaba la actitud de Rodolfo hacia Mimi, por su devaneo con un vizconde, por lo que se suele aludir al principio de l’evidenza della situazione que propugnaba Puccini para justificar esta debilidad del libreto final. Digresión aparte, el tinte lóbrego de la ambientación no empañó la actuación musical de este acto, que tuvo en el cuarteto Addio dolce svegliare alla mattina! un majestuoso y enérgico final. Terriblemente hermosa fue también la escena final de la muerte de Mimí, con una acertada actuación de todos los cantantes, muy naturales en sus papeles y en línea de un verismo ciertamente emotivo.
En el nivel señalado de equilibrada aplicación de recursos escénicos y acertada elección de cantantes solistas, acompañados por los habituales músicos “de la casa”, transcurrieron las dos sesiones operísticas de La Bohéme en Cádiz. La producción de Opera 2001 se recibió con satisfacción por el público, que llenó el Falla y que correspondió agradecido a la siempre esperada cita otoñal de esta compañía. DIARIO Bahía de Cádiz
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