CRÍTICA. Estado de malestar es un documental que trata sobre un tema novedoso en el género, de esos que te impulsan a mirar el mundo con otros ojos: el sufrimiento psíquico en las personas como consecuencia del sistema económico y social vigente. La novedad temática aporta el punto de interés a este documental en el que la cineasta María Ruido expone de forma recurrente axiomas sobre el capitalismo neoliberal del tiempo actual.
Aunque no es nuevo el conocimiento del negativo impacto psicosocial y los trastornos en la salud mental que produce la marginación y la exclusión social, el documental lanza puentes hacia una lectura política del tema, planteando claramente la revolución como (única) terapia al problema expuesto. En ese sentido, el documental destaca el punto de vista de quienes van mucho más allá de la tesis de Foucault sobre el control de los individuos por parte del sistema a través de la salud y justifica la resistencia de muchos a aceptar el diagnóstico y tratamiento que la siquiatría actual elabora para los individuos afectados.
Se juega con algunas técnicas de divulgación y promoción audiovisuales para enganchar con el espectador y que este se sienta concernido con la temática expuesta. Con un doble efecto de testimonio y personalización, el relato de personas afectadas por trastornos siquiátricos derivados del trabajo, militantes del colectivo InsPiradas de Madrid, muestra las consecuencias en quienes no comparten la visión positiva del sistema en el que se vive. La exposición de esos testimonios, amplificado cinematográficamente el efecto con primeros planos, transmite el sufrimiento sobrellevado y enfatiza la incapacidad del sistema actual de salud para atenderlas adecuadamente. También recurre María Ruido a textos escritos y conversaciones con filósofos, sociólogos y psiquiatras para el análisis. No sorprende que todos ellos sean unánimes en la descripción de la huella que el sistema capitalista imprime en los individuos y en la relevancia de su impacto en la salud de las personas, si bien poco a poco extiende(n) nuevas ramas colaterales, especialmente en clave feminista, y en aseveraciones de mayor contundencia ideológica. La ampliación del discurso se percibe con más claridad en la toma fílmica de la celebración del Orgullo Loco en Madrid, que se maneja como un hito de esperanza y llamamiento al cambio y a la acción.
En esencia, los testimonios en los que se basa el documental son unánimes al criticar la siquiatría tradicional, de la que se rechaza el método de diagnóstico y sus tratamientos. En ella prevalece la idea de que gran parte de los trastornos siquiátricos derivan de la falta de adaptación o incapacidad de algunos individuos para enfrentarse a los problemas, incluidos los laborales o económicos. En la óptica de Estado de malestar, el sistema debe ser cambiado, porque los problemas y trastornos que generan afectan a todos, y la única solución posible es la revolución. De ahí que sea lógico el apoyo visual de una hipotética revuelta destructora, que se inscribe en la lógica de la narración y refuerza la idea de la revolución como terapia de salud, médica y social.
A pesar de que María Ruido reivindica el cine como territorio para reflexionar sobre el cruce entre capitalismo neoliberal y salud mental, la cineasta se abstiene de poner en la balanza un contraste al análisis y elabora un documental anticapitalista en consonancia con sus convicciones. DIARIO Bahía de Cádiz
FICHA DE LA PROYECCIÓN
Alcances 2019. Festival de Cine Documental de Cádiz
Sección Oficial (largometraje)
Estado de malestar (2019, 63 min). Dirección, guión y fotografía: María Ruido. Montaje: Enrique Piñuel. Sonido: Estanislao Elorza.
Teatro de la Tía Norica, Cádiz, 29 de septiembre.