He vivido, y desde que en este país podemos votar periódicamente, el menda no ha faltado a ninguna cita. A todas, menos en una -voté por correo- acudí a depositar mi papeleta a la urna. He puesto mi voto a trabajar, he entrado al ayuntamiento de la mano de mis electos, también les dije que no era cuestión de ‘de entrada no’, que no era no.
Alguna de las veces, es verdad, he acudido con ‘la nariz tapada’ -como muy bien decía el panadero-abogado laboralista madrileño Manuel López-, pero había que ir, aunque fuera con mascarilla. Incluso cuando se hablaba de ‘casas comunes’ yo iba a votar… asas comunes, votos útiles… ¡qué cosas!
Promesas, promesas, promesas… que se volatizaban la misma noche electoral, candidatos, o candidatas, con cara de buena gente, con cara de tiernos abuelos que se atrevieron a mirarnos a los ojos diciendo que ellos no, que ellos estaban limpios y que nunca nos engañarían, mientras nos estaban engañando, y ahora, ahora están procesados por corruptos.
He vivido la indignación de la gente que clama paz, las calles marchando como maremotos sectoriales defendiéndose de los recortes de derechos, de democracia, con todos los colores del arco iris como bandera.
He visto los intentos de presentar una opción de esperanza que hable de tú a tú, pero la dinamitaron, prefirieron que fuera el electorado -o quizás tendría que decir los medios y sus propietarios- quien decidiera fueron incapaces, tirios y troyanos de confluir; egos, cálculos de marketing… o simplemente que es imposible, que la segunda no olvida a la tercera ni a la cuarta, o viceversa.
Y entonces he acariciado seriamente la opción de abstenerme, de no acudir el próximo día 20 de Diciembre a esa cita, de quedarme mi papeleta en el bolsillo mientras me martilleaba la frase ‘os va a votar quien yo os diga’.
Candidatos partiéndose de risa en programas de entretenimiento, vicepresidenta-bailarina con coreografías simplonas en platós de televisión, pasean a hijos, esposas, perros y aficiones de entrevista en entrevista; se pegan por hacerse una foto con el ministro responsable de las concertinas, de las medallas a la virgen, de cadenas perpetuas, de la ley mordaza… parecen inmersos en una carrera que ganará quien más disparates diga, quien más bombas esté dispuestos a tirar, están vistiéndose de cruzados para salvar, como en la Edad Media, a la nueva cristiandad.
Días atrás recibía una nota de una amiga que forma parte de esos miles de españoles que les dio por ‘hacer turismo laboral’ en Inglaterra, ‘no me dejan votar’, me contaba. Vota tú que puedes, vota por nosotros, ‘hay que enterrarlos en el mar’.
Y sí, voy a participar el veinte de diciembre, y lo haré sin mascarilla, sin taparme la nariz, convencido que el voto útil es el que se utiliza de acuerdo a la conciencia de cada uno, y no ese que utilizan otros. DIARIO Bahía de Cádiz