Lo cantaba la Negra, que todo cambia -excelente canción, casi un himno- pero se refería a las cosas, a lo que nos rodea. Las personas, lo que se dice cambiar, cambiamos poco, y la mayoría de las veces si cambiamos, solo lo hacemos en nuestro aspecto exterior, en pequeño detalles, pero no en el fondo.
Últimamente, desde que algunos exdirigentes del PSOE han salido de paseo por bares, televisiones de la iglesia, incluso por algún restaurante de la plaza de la Catedral en Cádiz, no escucho más que anatemas contra ellos, diciendo que si son los años, que se les va al olla, o que es el fruto de de las puertas giratorias que dan como un vahído de neuronas, y no, no es esto. En verdad no son muy diferentes de aquellos jóvenes, y no tan jóvenes, que se comían tortillas de patata en el campo y que pusieron de moda entre la progresía patria las chaquetas de pana, aunque también pudiera ser que utilizaban la pana para esconderse como progres, quien sabe.
¿O es que Corcuera es otro de aquel anticomunista -lo dice él como valor de su currículum- que metía “patadas en las puertas”? O es que ese González, dicen que Sr. X en algún sumario de los Gal, padre y ejecutor de reconversiones salvajes, artífice, siguiendo instrucciones de quienes pagaban, de nuestra entrada en la OTAN, de esas leyes de educación que han consagrado la enseñanza desde los sagrarios… ¿es que es otro Felipe González del que dice ahora que tiene papeles secretos contra Podemos, que prefiere a Rajoy antes que un gobierno decente? Qué va, no es otro, ni es que chochea, es el mismo encantador de serpientes, pero que ya no tiene ningún encanto.
Si repasamos las pantallas de las televisiones, las páginas de los periódicos, y las cuentas de la redes sociales más reaccionarias, podemos observar a los mismos, sin grandes cambios, solo más viejunos, que los que María Antonia Iglesias promocionaba en esos años por la Televisión Oficial, aunque ahora, con el paso del tiempo, nos recuerden más a cuando en la película de Parque Jurásico se abren las puertas, y salen todos esos bichos prehistóricos de su medio natural, que no es otro que la historia.
Al igual que en Cádiz, los primeros que se avergüenzan son los propios militantes socialistas de “blancos” que sólo están tras un móvil conspirando, pero que no dan la cara, de gente gris con carpetillas azules en pasillos, de “gitanos consejeros”, de miradas profundas y pelos pringue, hay muchos militantes socialistas que se les revuelven las tripas con estos dinosaurios, porque saben, y yo estoy de acuerdo, que en este país a corto y a medio plazo, con o sin elecciones nuevas, sólo con un amplio entendimiento entre grupos y partidos de carácter progresista será posible de verdad un cambio de rumbo. Y en este entendimiento una buena parte de socialistas tienen que estar presentes, ya sea pilotando o en acompañando, desde el PSOE, o desde fuera del PSOE, por lo que representaron ayer y hoy, por derecho propio. DIARIO Bahía de Cádiz