No hay mayor éxito para una marca que el imaginario colectivo la asuma como propia, hasta el punto de colarse en el día a día, de hablar de ella con familiaridad, incluso más allá de su extinción. Es el objetivo de las cabezas pensantes, de profesionales de la publicidad y la mercadotecnia, pero no siempre es fácil.
En Cádiz tenemos un caso digno de estudio, por el poder de expansión de un término llegado de fuera, pero muy ligado a esta tierra, hasta el punto de reflejar nuestras miserias. El 22 de febrero de 2007 se cumplirá una década del anuncio de cierre de la factoría de Delphi en Puerto Real, que conmocionó a la Bahía de Cádiz, para su posterior adiós definitivo el 4 de julio de ese año. Casi diez años después, el conflicto sigue abierto. Sí, porque hay extrabajadores de esta multinacional que siguen reclamando sus derechos, que se sienten estafados.
Más de 2.000 personas perdieron su empleo entonces. Muchas de ellas optaron por reinventarse, por montar sus negocios con las indemnizaciones recibidas, en definitiva, por empezar de nuevo. Sin embargo, otros confiaron en las promesas de la Administración. Aún hoy alrededores de 500 exempleados de Delphi siguen reivindicando la recolocación prometida por la Junta de Andalucía en tiempos del expresidente Manuel Chaves (y mantenida después como vicepresidente del Gobierno de España).
Estos días se han conmemorado 1.000 días de encierro de una parte de esos trabajadores vilipendiados por quienes un día aseguraron que defenderían sus derechos, que les darían una nueva oportunidad laboral y que, sin embargo, optaron por buscarles unos cursos de formación más encaminados a taparles la boca y tenerlos entretenidos que en darles la posibilidad de la recolocación. Paz social llaman algunos al pan y circo.
Es duro decirlo, pero fueron engañados, como se engaña cuando están en juego un puñado de votos. A las claras, pese a los focos proyectados sobre un tema de trascendencia incluso nacional, pese a la supuesta luz y taquígrafos. Todo mentira. Y, mientras, el dinero público parece ser que fluía a mansalva, pero no en pro del empleo y la formación, cuando Andalucía, y particularmente la provincia de Cádiz seguían, como siguen ahora, sumando parados a todo tren.
Desde aquí, mi modesto homenaje a esos trabajadores que se mantienen en la lucha, exigiendo que algunas personas y quienes les sucedieron cumplan su palabra. No sé cómo no se les cae la cara de vergüenza. Mi reconocimiento a ese grupo que, casi sin quererlo, con las pancartas colocadas en el Edificio de los Sindicatos, llama tu atención cuando caminas o circulas por la avenida camino de Puertas de Tierra.
Ya sabemos que en Cádiz somos expertos en hacer tirabuzones con las bombas que tiran los fanfarrones. Nos viene de lejos. Únicamente de esa manera se entiende que casi una década después las familias afectadas estén como están. Sólo así puede explicarse que nadie haya dado un golpe sobre la mesa para exigir una solución real y depurar responsabilidades, más allá de las acciones realizadas todos estos años de cara a la galería. DIARIO Bahía de Cádiz