Cine, cine, cine,
más cine por favor,
que todo en la vida es cine
y los sueños,
cine son.
Las profesiones han sido fuente de guiones cinematográficos, han sido inspiración de buenas películas, una de las que más recaudó en su momento, por ejemplo, fue la de The Bodyguard, vamos, El Guardaespaldas. Una buena combinación de música, – una espléndida canción de Whitney Houston, un ex agente de seguridad frustrado por no haber impedido un atentado contra el Presidente, Kevin Costner, cierta trama de intriga-amor, la convierte en unas de las películas más repetidas en los canales de televisión, viajes en tren y autobús.
Otras películas con título de profesión nos han mostrado las venturas y desventuras de dichas profesiones, Gladiator -creo que el ser gladiador puede ser considerado como una profesión-, el cartero que llamaba dos veces, quien no ha soñado ser un cartero y que el receptor de la carta tenga una mesa de cocina grande de madera en la que se amasa, entre otras cosas, el pan. Incluso el otro cartero, Il Postino -el cartero y Pablo Neruda, se título en castellano-, en este caso, puro lirismo la relación del Postino con Beatrice y la figura del poeta chileno como fondo.
En todas estas películas que llevan en su titulo la profesión la puesta en escena ha estado, la mayoría de las veces, acompañada de todos los recursos, color, música, diálogos, actores y actrices que acentúan los valores, seducciones…, con los que nos hacen soñar. El cine, como cantaba Aute, son sueños y los sueños, sueños son.
Pero hay una profesión que no me consta que nadie se haya atrevido a llevar al cine, ni siquiera a un guión cinematográfico, que mas o menos llevaría el título de The Advisor, El Asesor, y no, no me estoy referendo a los grandes especialistas en alguna disciplina que soportan con su sabiduría las decisiones de los políticos en el poder o en la oposición. Me refiero a esos otros, normalmente mediocres, con dudosa preparación -algunas veces, sin dudar, sin ninguna preparación académica-, que llenan ayuntamientos, diputaciones, consejerías y ministerios.
Esta especie pagada con los mismos dineros públicos que recortan a investigadores y científicos y que les llevan al exilio -¡que inventen ellos!, dijo Unamuno-, que nosotros preferimos repartir el presupuesto entre los asesores sin oficio, pero si con beneficio, eso sí, distribuidos como despachos, escaños, sillas y sillones según la ley D’Hont.
Pero si alguien se atreve a llevar a la gran pantalla The Advisor, seguro que será una película, no en blanco y negro, sino en gris, en un gris tan gris como los ‘advisores’. Yo me imagino la primera escena, uno de los pasillos del Ayuntamiento de Cádiz, diez de la mañana, ‘el Advisor’ pasa altivo acompañado por un rechoncho munícipe. Los funcionarios intentan no mirar directamente a la pareja y esconden su mirada en la pantalla de los ordenadores, porque es él, el todopoderoso Advisor. Mientras suena a los lejos la canción de Victor Jara:
Arrímese mas pa’ ca
aquí donde el sol calienta,
si uste’ ya está acostumbrado
a andar dando volteretas
y ningún daño le hará
estar donde las papas queman.
Usted no es na’
ni chicha ni limoná
se la pasa manoseando
caramba zamba su dignidad.
También podría ser en la Diputación, Consejerías, Ministerios… que como las meigas, los Advisor haberlos haylos en casi todos los pasillos de nuestras instituciones. DIARIO Bahía de Cádiz Fermín Aparicio